Parece como si todo se supiera y mejor lo contamos por partes, como si todas las respuestas estuvieran todo el tiempo ahí al alcance sin ser descubiertas, como jugar al escondido con lo desconocido ocultado en trocitos, como regados por todo lo que nos rodea. Yo te encuentro, tu me encuentras y a correr a la pared, pero cuidado no choquemos con el impulso y la velocidad tomadas, a tomar carácter ante lo posible, que viene como si del futuro viajara a decirnos que el presente seguirá siéndolo mientras estemos nosotros también para notarlo, que cada día es un círculo de hechos naturales que se repiten donde seguiremos autoinfluyéndonos-influyendo sin salida, pululando y filosofando sobre y dentro todo ello, hasta que no exista nada que descubrir. El saberlo todo. Lo sé todo. Lo conozco todo. Lo ví todo. No lo podré hacer todo, aunque lo supiera todo. Sería quién soy y lo que haré. Parece ser que nada se acaba y todo concluye se vuelven palabras que solo funcionan entre sí y solo así se escuchan. Nada es la ausencia de algo y todo se transforma. La importancia de ser o estar es nuestra importancia. Sin nosotros todo fluiría como siempre lo ha hecho hacia un estado de tiempo donde no lo supiéramos. Según la teoría al principio no había nada. Fuéramos esa nada observando lo inevitable. No somos nada. La nada forma parte de la nada. Donde estemos, como mínimo, somos alguien. Donde estoy y respiro. Donde duermo y parece que desaparezco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario